La vida está llena de situaciones extrañas que en muchos casos nos hacen cuestionarnos el sentido mismo de la realidad. Seguramente te ha tocado alguna vez vivir un momento que te ha hecho cuestionarte cómo rayos llegaste a ese punto. Esta es la historia de cómo un día, durante algunos minutos, fui
Ministro del Poder Popular para la Economía.
Como todas las historias inverosímiles, mi relato empieza en un día común de mi aburrida vida de médico en un país en guerra civil sin estado de guerra declarada. Me encontraba yo trabajando, dando la consulta en el
"hospital" en el que trabajo.
En mi pueblo tenemos una costumbre, siendo que todo el mundo tiene un contacto en alguna parte, nadie va al hospital sin su respectivo padrino.
El padrino en esta cuestión era una supervisora de enfermería. Qué más da que tengamos gente con emergencias de verdad, hay que atender primero a las
personas que de todos modos no tiene nada más importante que hacer, pero que tienen quien pelee por ellos.
El hecho es que este paciente en particular ameritaba que se le realizara cierto
procedimiento médico. El procedimiento se puede hacer de tres maneras diferentes, aunque el tercero básicamente está proscrito en todos los libros de medicina moderna, resulta que también es el más económico. Los otros dos modos de realizar el procedimiento involucran un riesgo mucho menor y son los aceptados por la medicina moderna, pero su realización involucraba la compra de cierto instrumental.
El instrumental en cuestión cuesta al rededor de unos
30 dólares en estas latitudes. En mi país el mínimo que debería ganar un empleado por
un mes de trabajo es el equivalente a unos
60 dólares. Fue entonces cuando el desastre se desató. Fue entonces cuando tuve que someterme al reproche de nuestra querida supervisora de enfermería, por cometer la desfachatez de querer realizar un procedimiento médico menos riesgoso pero que implicaba semejante desembolso de dinero para el paciente.
Dado que tal como los médicos, el personal de enfermería también está en la obligación de ser responsable y le explicar al paciente los riesgos de realizar un procedimiento bajo métodos proscritos, supuse que no se debió a eso el enfado para con mi persona de parte de la supervisora. Puesto que tampoco me dedico a vender instrumental médico, supongo que tampoco fue por eso por lo que se molestó. La única conclusión posible a la que pude llegar es la siguiente:
en ese preciso instante era yo el Ministro del Poder Popular para la Economía.
Claro, definitivamente era todo mi culpa. Yo tenía genuinamente la culpa de que 30 dólares sea una cantidad de dinero absurdamente grande para un empleado promedio en mi país. Fue entonces cuando comencé a cuestionarme cómo pude dejar que la economía de mi país se fuera así al traste.
¿Cómo es que estoy permitiendo que en mi país un médico que trabaja 55 horas semanales gane menos de 100 dólares al mes?
Por suerte para mi país, no duré demasiado tiempo en el cargo. Fui destituido como MPP para la Economía Después de que un par de especialistas le explicara a la supervisora que ningún médico del hospital realizaría el procedimiento en los términos que le permitieran ahorrar su dinero al paciente porque lamentablemente todos contaban con esta absurda cosa llamada ética médica que las malvadas universidades tradicionales sembraron en nuestras cabezas.
Ahora, volviendo a la realidad, lo que realmente molestó a nuestra supervisora es que mi persona "asustó al paciente, mismo que ya no se dejaría realizar el procedimiento que le traería riesgos". Bajo la lógica de esta gente que sería capaz de cortarse una mano por este desgobierno que tenemos, es mejor que su amigo o familiar se someta a un procedimiento riesgoso antes que enfrentar la realidad: vivimos en un país en el que la salud no solo no es gratuita, sino que es muy cara cuando tienes en cuenta que todos vivimos en la mas miserable de las pobrezas.